lunes, 22 de agosto de 2011

Sacerdotes para un mundo nuevo

Ayer el Papa se reunió con más de 4.500 seminaristas. Fue un encuentro profundo, intenso, cargado de realidades más que de teorías. Benedicto XVI es el Papa que ha vivido en su propio pontificado el drama de algunos pastores de la Iglesia que no han sabido ser sal y luz para otros ni tan siquiera para ellos mismos. No es extraño que en los últimos lustros la comunidad católica ha visto más necesario que nunca la selección y el acompañamiento de sus pastores.

Las propuestas del Papa para los jóvenes que se plantean seriamente su vocación son contundentes. Si un joven cree que Dios le llama al camino del sacerdocio católico tiene que tener bien claro y asumido lo que ello conlleva. El tiempo del seminario es el proceso de discernimiento donde la Iglesia acompaña esta posible llamada y la identifica como tal y la va puliendo y perfeccionando hasta llegar a una clara nitidez de sintonía con el Señor y la Iglesia.

Al sacerdocio no deben acceder los que buscan ocultar la realidad de su vida con un manto de falsa espiritualidad. Tampoco los que necesitan ser constantemente valorados de una u otra forma o buscan cualquier otra alternativa distinta a Cristo. Sólo deben acceder los que han sido llamados de verdad no los que vienen sin ser convocados por el Señor...

Los sacerdotes no deben llevar nunca una doble vida sino en su corazón latir una única vida que es Cristo. Bien sabe la Iglesia que le fe nos invita a ser hombres pobres, pero nunca pobres hombres...

El Papa invita a los seminaristas a las claves de siempre para centrar sus vidas de pastores en el Señor que les ha llamado: silencio interior, permanente oración, constante y profundo estudio e inserción en la vida pastoral. Cuando un sacerdote es capaz de permanecer en este proyecto su vida se llena de la presencia del Dios de la Vida y no tiene miedo en gastar su vida por los otros. La existencia de un sacerdote es «desvivirse» a ejemplo de Jesús por los demás, en especial por los más pobres y débiles de la sociedad.

Los sacerdotes de ayer apenas necesitaban acompañamiento personal. La mayoría lo tenían compensado por la acogedora realidad social en la que vivían. El sacerdote de hoy es rico y mendigo a la vez. Tiene una experiencia de Dios que late en su corazón pero necesita sentirse acompañado por su comunidad, por su Iglesia, por sus pastores, para que no muera la obra buena que Cristo comenzó un día en su corazón. La vocación es siempre un equilibrio entre lo que Dios quiere de mí y lo que yo quiero...

MARIO SANTANA BUENO



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