viernes, 19 de agosto de 2011

Una visita que es más que una visita...

Me comentaba un amigo de Madrid que ayer vio por dos veces en un breve recorrido como eran insultados, escupidos, empujados y zarandeados dos grupos de jóvenes peregrinos de la JMJ de distintas nacionalidades. Su único «delito» era pasear tranquilamente por la calle, sin molestar a nadie. Sus agresores ya sabemos quienes son: «los defensores de la libertad»...

El Papa llegó ayer y todos nos hemos alegrado que sean más los que cariñosamente le recibimos con educación y respeto, que los que llenos de odio, violencia y mala educación, se creen poseedores de la verdad en todos sus actos.

Además de la visita del Papa tan querida y esperada han llegado cientos de miles de jóvenes de todos los países del mundo. Son jóvenes embriones de las futuras generaciones, que se concentran de forma pacífica, sin ofender ni ridiculizar los sentimientos y creencias de los otros, llenos de buenos propósitos y sentimientos; procuran no molestar a nadie y lo único que quieren es expresar públicamente su fe a todo el mundo.

Me dice este amigo que los chicos y chicas no conocían nuestro idioma y estaban extrañados porque percibían la maldad y el odio en el rostro y los gestos de sus agresores. Algunas de las chicas extranjeras lloraron ante tanta injusticia...

En realidad, esta visita del Papa a Madrid y la de cientos de miles de jóvenes de todo el mundo no es sólo un acto de fe, es también un ejercicio de acogida y tolerancia para toda nuestra sociedad. En este encuentro podemos ver nítidamente las diferencias entre unos y otros. De un lado está el respeto y la tolerancia, la alegría y el buen rollo. De la otra parte la intolerancia y la violencia, la locura por hacer daño, los apóstoles de la maldad que disfrutan ridiculizando y agrediendo verbal, psíquica y físicamente a los que no piensan como ellos y todo envuelto en el noble lenguaje de palabras como libertad, igualdad, tolerancia...

Las visitas de estos días van más allá de lo estrictamente religioso. Es un examen para saber y evaluar la capacidad de respeto, tolerancia y acogida de nuestra sociedad tan supuestamente inclinada a todo tipo de libertades y derechos. No nos engañemos, mientras unos son perseguidos por rezar o por pasear o simplemente por pensar distinto y otros les agraden por estos motivos, no tendremos ni la capacidad interna ni externa de acoger un valor común: la democracia. Y mientras no se sepa acoger la democracia no seremos capaces de lograr una sociedad mejor.

MARIO SANTANA BUENO

 




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